En los cerrados y sombríos bosques, cuando el crepúsculo va cayendo como un manto que poco a poco deja sentir el olor penetrante de la mandrágora…, aparecen las adivinadoras del destino, aquellas que son capaces de dirigirnos al que ellas desean que tomemos. Son expertas en la lujuria, en pócimas y brebajes, y se enorgullecen de haber entregado su alma al diablo. Son bellas y […]